Arquitectura oscura.

Un edificio abominable, no feo; una madriguera de maldad, un punto negro en la geografía del planeta, epicentro de la oscuridad de la historia reciente, más allá del bunker de Hitler o el hotel del resplandor. Un símbolo claro de la presencia de El Mal en la Tierra. No lo visita Iker Jimenez, no es una casa encantada famosa en la que los niños se cuelan las noches de verano; a este sitio lo señalan desde lejos llorando aterrorizados.

El sitio es tan jodido que la UNESCO lo tiene bajo amenaza, sí, la UNESCO lo tiene en el punto de mira; incluso hay un proyecto para plantear las posibilidades de destrucción del puto sitio para que no pueda volver a hacer daño. Ingenieros, científicos, artistas y militares se reunen en un congreso internacional en el que se discute la intervención. ¿Cómo te deshaces de un cáncer de ese tamaño? Estamos hablando de maldad encarnada, no de un monumento polémico; sus muros están hechos con pesadillas y no puedes matar a una pesadilla con una bola de demolición. Se plantean forrarlo con plomo, volarlo con armas nucleares o hundirlo en un foso de ácido, pero todo eso no serían más que parches o peor; esparcir El Mal por los alrededores y crear una zona tan despojada de vida humana con Chernobil.
Finalmente el proyecto de la danesa Anna Iversen es el que se llevará a cabo. Iversen forma parte de la Agencia Espacial Europea; es ingeniero de cohetes y ha puesto en órbita una docena de satélites en los últimos cinco años. Su plan es mandar el edificio al espacio. No van a desmontarlo y montarlo en cohetes; nadie va a tocar nunca más el sitio. Va a hacer una explosión de autor, muy calculada, con explosivos diseñados para la ocasión; unas bombas térmicas raras que crean una corriente de aire que manda a la atmósfera cualquier cosa en un radio de varios kilómetros. Las han probado reventando pequeñas islas del Pacífico y trozos del desierto del Sahara, en un sistema totalmente confiable, todo el edificio será volatilizado y sus restos saldrán disparados lejos del planeta.

O quizá no sea un buen plan. Quizá lo que estamos enviando al espacio no es más que un símbolo de la maldad intrínseca al ser humano. Quizá estamos proyectando al espacio el cáncer esperando que se diluya en el vacío. Quizá vuelva, quizá nos lluevan meteoritos, o peor aún: quizá esa oscuridad en polvo quede flotando, forme un velo negro sobre el planeta.

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