Estás en un sitio público, muy de relax, de aposentarse; en un parque sentado en un banco mirando a los pájaros. No esperas a nadie, solo estás dando un paseo y te apetecía detenerte un segundo. Entonces aparece un tipo, normal, se parece un poco a cualquiera de tus amigos, te inspira total simpatía; el tipo se te ha acercado a preguntarte la hora y estáis hablando de algo. Todo muy casual, muy normal; intercambiáis información, le has visto una chapa de una película que te gusta, está paseando a un perro majo; yo que sé, tú sabrás por qué te cae bien.
Súbitamente percibes una anomalía en su cara, estás detectando una transgresión muy fuerte en los rasgos humanos. El cabrón no tiene lengua. No hay nada dentro, tiene la boca vacía. Tienes que preguntarle muy rápido qué pasa, por qué no tiene lengua, cómo habla; tienes muchísima curiosidad y también muchísima vergüenza como para preguntar nada. Ese tipo es algo único, nunca verás nada parecido; es un milagro médico caminando. No puedes dejar de mirar ese hueco rojo, el tipo te ha hipnotizado con su charla calmada.
Antes de que te des cuenta el tipo se despide y se va; reaccionas tarde y no puedes ni despedirte. Te gustaría haber tenido valor y haberle preguntado algo; vas a tener esa espina clavada para siempre en el cerebro, el tipo te la ha clavado con una finta. No puedes creer que alguien pueda ir por la vida torturando a la gente así, haciéndoles intuir pliegues jodidos en la realidad para luego irse sin más explicaciones. Te sientes sucio, como si te hubiera asaltado un exhibicionista castrado.
¡Vuelve!