La semana pasada estrenaron la película Cuba, un thriller de ciencia ficción en el que un grupo de personas se despiertan encerradas en una habitación de forma cúbica. La habitación tiene seis salidas, una por cada cara del cubo; todas las salidas llevan a salas cúbicas, algunas habitaciones tienen trampas mortales, otras solo son parte del laberinto. Pronto la paranoia se desata entre los prisioneros del cubo, ninguno de ellos se conoce entre si; son personas normales, bueno, personas cubanas. Personas muy cubanas protagonizando un thriller futurista.
Según van muriendo uno a uno por las diferentes trampas empiezan a discutir y teorizar sobre el lugar en el que están atrapados. Algunos de ellos creen que se creen que han sido secuestrados por su oposición al gobierno y encerrados en una compleja prisión tecnológica; otros creen todo lo contrario, creen ser víctimas de un complicado complot imperialista destinado a lavarles el cerebro para destruir el estado revolucionario cubano.
La clave para salir de la prisión es descifrar una fórmula matemática que permite avanzar entre los distintos cubos evitando las trampas. Varios de los personajes resultan ser expertos matemáticos, científicos, físicos o autistas con un don para las matemáticas; pero no son capaces de ponerse de acuerdo en su interpretación de la fórmula. Discuten entre ellos sobre ecuaciones y progresiones matemáticas, hacen cuentas muy complicadas de memoria y con acento cubano.
Llegan a pelear entre ellos empujados por el terror, llegan a matarse entre las paredes del cubo. Cube vuelve loca a la gente, los convierte en locos homicidas; incluso a gente cubana, incluso a personas caribeñas que son el arquetipo de la calma.