Emergencia en la cocina de un restaurante de comida rápida, el cocinero estaba pensando en sus cosas y se ha hecho un corte feo en la mano. Qué digo un corte feo, joder, se ha rebanado todos los putos dedos. Está chorreando sangre por cuatro pequeños muñones que no por ser pequeños sale menos sangre.
– ¿Hay algún médico en el sala?
Lo dice así, sin exclamaciones ni nada como si no se estuviera desangrando por momentos pero aún así aparece un doctor y se mete en la cocina a salvarle la vida lo más rápido posible.
El problema es que el médico no lleva nada en los bolsillos de la bata, por no llevar no lleva ni estetoscopio; de hecho ni siquiera parece un médico, podría ser un profesor de primaria, un oftalmólogo o un tío cualquiera con gafas y bata. Un médico no vale nada sin su arsenal de pinzas, gasas y agujas. No puede hacer nada solo con lo que tiene en el cerebro, no puede hacer operaciones mentalmente.
Afortunadamente en la facultad de medicina tienen una asignatura de improvisación así que nada más entrar en la cocina sabe lo que tiene que hacer.
Joder, que le cauterice la herida con una hamburguesa, con una hamburguesa que coge de un plato; no una hamburguesa caliente que coge de la parrilla.
No no, la coge lista para servir, con lechuga, tomate, queso y bacon y la frota contra la herida usando unas pinzas.
Que funcione, que la propia toxicidad de la comida cauterice químicamente la herida.