Un restaurante que le pone música a la comida, que ha instalado en la cocina un sistema de sonido experimental que ha comprado al ejército Bielorruso para que sus platos sepan mejor.
Puro Mozart tronando a 200 decibelios en un bunker excavado bajo el restaurante atravesando diez kilómetros de roca granítica, los cocineros tienen que llevar trajes especiales o sus cuerpos vibrarían hasta descomponerse a nivel subatómico.
Los camareros suben y bajan la comida por una escalera de mano sujetando la bandeja entre los dientes, tardan mucho en traer cada plato.
La música es para la comida, creen que los platos sabrán mejor si son cocinados bajo la influencia de la música clásica, esa es la apuesta del restaurante.
Música muy refinada y sofisticada presentada en forma de energía destructura, la comida no tiene buen oído y si pusiesen la música a un volumen más bajo no se enteraría de nada.
Alta cocina bajo tierra, platos sofisticados pero tradicionales, nada de experimentos ratos con espumas de anchoa y deconstrucción de tortillas de patatas. Aquí se sirven platos caros normales que llevan mucho foia1, mucho pato y mucha mostaza de la que tiene grumitos.
1En la Cosa gris estamos en contra del paté y el foia.
Yo se de ciertas reposterias equipadas con hornos-cine donde se les transmite peliculas de amor a los pastelillos para que estos sean mas dulces.
Los pasteles se arriman unos a otros cuando cierran el horno, mucho frote entre piezas de repostería.