¿Sabes esa escena de película en la que se interrumpe la señal de televisión mundial para hacer llegar un mensaje al planeta? Música sinfónica, primeros planos de rostros amenazantes, demostraciones del poder destructivo de un arma de alta tecnología.
A veces son los alienígenas anunciando su invasión, otras es algún supervillano megalómano con capa y parche en el ojo1, incluso puede ser obra es un grupo de revolucionarios bienintencionados que luchan contra el sistema2 o sencillamente un mensaje del gobierno3 para alertar a la población de una catástrofe inminente.
El mensaje es lo de menos. El mensaje de hecho es puro SPAM y no le importa a nadie salvo a algún actor de raza blanca y sexo masculino cuya función en la vida es reaccionar a dicha emisión. Actores adiestrados para salvar el mundo (o impedir que otros lo salven).
Lo que importa de esa escena no es el héroe ni el villano; lo que importa es ver cómo se trastoca la existencia de personas de todo el planeta que hasta ese momento no formaban parte de la película y estaban bien. Personajes inocentes que de pronto son asaltados por discursos ajenos e incomprensibles.
Niños que chillan histéricos a sus padres porque se han interrumpido los dibujos animados, japoneses garrulos gritando a la televisión por la interrupción de un ignoto deporte nipón, abuelas confusas que esperan la respuesta de la última pregunta de Saber y Ganar4, adolescentes aburridos rumiando programas de la MTV…
Personas normales que no se enteran de lo que se les viene encima pero tienen vidas completas y complejas que se merecen tanto respeto como las de los absurdos protagonistas de la película, no verse reducidos a una mera caricatura.
Ahí está la maldad, ese es el plan maestro, manipular al espectador de la película para que crea que la globalidad de la especie humana se puede reducir a un montón de idiotas que ven la televisión mientras el mundo se retuerce a su alrededor. Por muy oscuro y genocida que sea el plan del villano de la ficción, son muchísimo peores las intenciones del guionista de la obra al perpetuar el modelo narrativo mesiánico en el que el héroe es el único capaz de reconocer el problema y guiar al rebaño humano hacia la solución.
Bien jugado guionista hijo de puta, pero aquí en la Cosa gris confiamos en la infinita variedad de la experiencia humana y rechazamos tu discurso de negro contra blanco.
No necesitamos de ningún mensaje megalómano que nos diga lo que tenemos que hacer, no vamos a aplaudir a ningún héroe que pretenda haber salvado el mundo y ni siquiera nos vamos a enterar si el mundo se acaba por que no vemos la televisión.
Joder que el iluminado de turno no solo consiga meter su cara en las televisiones, que también las meta en las pantallas de las máquinas de dardos de los bares, en las maquinas expendedoras de billetes de metro; en las máquinas tragaperras, el mensaje de un villano en una ruleta en movimiento ocupando el lugar de las cerezas y los bonus; transmitir un mensaje importante ahí y esperar que alguien llega a enterarse.
1Capa y parche a la vez, pura demencia
2,3El sistema joder, ya sabes a qué me refiero. El sistema tío, el sistema…
5Esa escena repetida por todo el globo, alemanes viendo a Jordi Hurtado, senegaleses gritando muy fuerte la respuesta, todo el planeta viendo Saber y Ganar en directo por satélite.
El Gran Hermano apoya tu propuesta.