Sherpas muy ajetreados repartiendo tarjetas en el pico del monte Everest ofreciéndose como guías a los turistas-escaladores; muy insistentes, sherpas escondidos en cada recoveco de la montaña intentando ganar alguna rupia para poder alimentar a sus familias.
Sofisticadas tarjetas de visita en manos de tibetanos que no han visto una rotonda pero han aprendido a tonalizar el color, impresoras láser y el Adobe InDesing pirateado a 8.000 metros de altura.
Diseños transgresores que te obligan a girar la cabeza y no entran en los bolsillos del pantalón, lemas deportivos propios de adolescentes adictos a las bebidas energéticas combinados con orgullosos apellidos nativos y alianzas casi tan viejas como la propia montaña, lenguaje muy del siglo XXI y más allá.
Empresas sólidas dirigidas por hombres que se juegan la vida cada día, la clase de trabajadores que conocen la disciplina y el seguir a un líder sin cuestionar las órdenes.
Simpáticas ilustraciones en las que se intuyen plagios de imagen a corporaciones occidentales de éxito. Abogados frotándose las manos en Silicon Valley ensayando el juicio contra un humilde emprendedor sherpa.
Globalización en su estado puro, personas nepalíes usando el castellano en el branding de su empresa; intentos muy desesperados por aparentar un talento inexistente en algo tan vacío como la escalada.
Joder, pegatinas de sherpa cubriendo la montaña, pegatinas diminutas de colores brillantes con números de teléfono por si ocurre una urgencia.
Convenciones de sherpas en Las Vegas con la intencion de captar mas clientes.
Que en la convención haya una réplica del Everest, un Everest de cartón-piedra en el que los sherpas hacen demostraciones.