Oasis

Así no.

Oasis lejos del desierto, el escenario oasis situado muy lejos de la arena ardiente y las palmeras. Oasis no entendido como espacio enmarcado en un desierto si no en su esencia conceptual.
Una vez quitada la arena y las palmeras lo que queda es el agua, agua dulce en cantidad y calidad adecuadas como para ser consumida de forma regular por personas sedientas.
Eso sí, desechemos lagos, charcas, arroyos y pozas; eso son expresiones cómodas del agua. Un oasis es desesperación y catarsis, es respirar aliviado tras caminar durante días por el desierto delirando por la sed inhumana.

 

Así sí.

 

Oasis en alta mar, oasis de agua dulce en medio del puto océano Atlántico. Masas de agua potable muy bien definidas en medio del oleaje.
En el mar no hay agua para aliviar la sed, no hay sombra que te proteja del sol; incluso el horizonte es igual de ondulante y vacío que el de un desierto.

Oasis en nuevo contexto.

Un oasis en alta mar muy antiguo, un oasis muy famoso en el que Colón paró para fumarse un cigarrillo hace cinco siglos. Espacios muy respetados en los que no se vomita ni se tiran colillas al agua, lugares en los que la humanidad se reencuentra con la naturaleza.
Reuniones ahí, barcos haciendo círculo para contarse historias de fantasmas y piratas compartiendo ese lugar de descanso.