Lo de encender velas en las iglesias, ese vestigio pagano en medio de un templo cristiano. El fuego ha sido el centro de muchas culturas religiosas, también de muchos rituales laicos como las olimpiadas o las cenas románticas. En la religión católica el fuego se ve reducido a pequeñas velitas pero no por ello ha sido olvidado, no hay iglesia en la que falte un pequeño rincón para el fuego sagrado aunque sea repartido en minúsculas porciones. Es algo que define el templo igual que las estatuas y los altares.
Para muchas personas el encender una velita en misa es tanto o más importante que la propia misa en si; hay muchas señoras mayores que se han olvidado hasta de sus nietos pero que no dudan en prender su velita en cuanto entran en la iglesia. Incluso las hay que encienden todas las velitas, que traen velitas de casa para sustituir las gastadas; señoras muy dedicadas al alumbrado de esas llamitas, apasionadas incluso.
Joder, que una de esas señoras encienda su vela con una antorcha, una antorcha grande y rústica; una abuela entrando a una iglesia con una antorcha encendida como si fuese un vikingo asaltando un monasterio del siglo X, un monasterio del siglo X en el siglo X.
Que use la antorcha en llamas como si fuese un taco de billar, que encienda las velas una a una con mucho cuidado
No joder, no nos riamos de la vieja. Ella no se mete con nadie, ella vive su religiosidad en paz sin inmiscuirse en nuestras vidas. No viene al blog a dejarme comentarios por hacer bromas tontas sobre curas, no debería yo tampoco joderla a ella.
Para ella lo de encender la velita es catárquico, es su único momento de relación directa con dios. Todo lo demás en la misa le sabe a poco. Cristo no es más que una estatua y el sermón podría haberlo escuchado en casa a través de la radio; incluso la hostia le sabe de segunda mano y nunca se ha creído del todo el asunto de la transustantación.
Pero la velita no, la velita es suya. La velita es su pequeño mensaje a dios, es su «Estoy aquí» a un ser omnisciente y omnipotente.
Ayudémosla, hagamos lo que sea para que esta señora sea feliz; pongamos todos los medios posibles, hagamos presupuesto por ella. Pongamos en juego medios dignos de la NASA, medios dignos de la FIFA, usemos maquinaria pesada por la señora.
El mensaje nunca va a llegar eh, es imposible. Quitaros de la cabeza cualquier idea sobre que algún dios exista y sea consciente del encendido de esa vela. No divaguéis tratando de imaginar cómo de grande tiene que ser un fuego para que Dios lo vea. Dios no existe.
Aquí lo único real es el encendido de velas como ritual, como experiencia religiosa, como acto mágico.
Eso y la felicidad que la señora consigue al realizar su ritual.
Joder, extendamos el ritual, démosle a la señora aquello que la hace feliz, pongámosla más velas delante, expandamos el horizonte de velas.
No podemos hacer una línea de velas eterna, eso es imposible y hoy estamos jugando con las cartas descubiertas, hoy no valen imposibles. El espacio es finito aunque no conozcamos los límites del universo, así que descartemos una abstracción como esa. Sí, es cierto que podríamos poner tantas velas en fila que la señora nunca llegaría al final, pero eso sería un poco estúpido.
La mejor opción es que tracemos una circunferencia de velas del tamaño exacto para que la señora pueda encender una vela y la siguiente y la siguiente, pero que al momento de completar el círculo la primera vela ya se haya consumido. Plantemos a la señora en el centro de un circuito de velas en el que siempre tenga la posibilidad de encender la siguiente.
Es un buen lugar para la señora, ella no necesita de nada más. Vivirá feliz en su prisión de micro-rituales religiosos, sintiéndose parte de la gran épica cristiana como uno de esos ermitaños que se recluían en cuevas o celdas.
Al menos ella tendrá sitio para estirar las piernas.