Yesca.

Tu abuela es una maestra jugando a la brisca, es campeona en el pueblo y tiene un montón de trofeos encima de la televisión junto a las fotos de la boda. Si la brisca fuera un espectáculo de masas como lo es el poker tu abuela aparecería en los anuncios de apuestas en internet.

Cada vez que gana un torneo la cocina de casa se llena de señoras que beben anís y coñac y chismorrean mientas comen uvas pasas. También juegan a las cartas en esas fiestas, pero no juegan a la brisca, juegan a…Secuencia 01_5

¿Qué coño pasa? ¿Por qué está ardiendo esa señora? Yo no sé qué ha pasado, ¿Tú lo sabes? Pues eso, aquí jugamos todos en igualdad de condiciones.
La cosa es que salen llamas de la señora y todas se ponen muy enérgicas y se arremolinan a su alrededor sin decidirse a hacer algo hasta que tu abuela saca un tarro de sal gorda de un armario y lo vacía sobre su amiga.

Dice que la sal absorbe el calor, que es la forma más rápida de apagar un fuego. Que así es como se apaga la lumbre cuando no quieres que se consuman las brasas. Que hay que usar sal gorda porque la sal fina la hacen con plástico.
Está loca obviamente, le ha dado un ataque de demencia demencia senil y se ha liado a improvisar remedios tradicionales en un incendio; en un incendio en una persona, una persona mayor además.

Que el resto de señoras se suban al tren de la locura de tu abuela, que propongan cosas raras, que discutan mientras le aplican friegas con lavaplatos y gel de baño al mismo tiempo. Que discutan sobre cual de los dos productos debe ir encima del otro.
Joder, que una de ellas, una mosquita muerta que ni siquiera juega a la brisca, una que ni habla, que solo viene porque le gusta oír hablar a alguien mientras hace sudokus; que esa vieja con asperger proponga que le pongan por encima una manta empapada con orina porque la orina es hipoalergénica. Pero solo cuando está fría.

Matemática silvestre.

Unos jubilados de pueblo tienen un proyecto secreto en el bosque. Con unos palos y piedras han fabricado una calculadora. Funciona con un sistema muy complicado de balanzas y contrapesos, equilibra el peso de las diferentes piedras con muchísima precisión; pero no es solamente una balanza; también tiene unos pequeños toboganes hechos con tablas; sirven para distribuir otras piedras más pequeñas que luego indican el resultado.

La palabra calculadora hace pensar en un dispositivo móvil, portátil incluso; pero ésta no lo es, es una calculadora extensa, más construida que fabricada. Ocupa mucho espacio, de hecho ocupa prácticamente todo el bosque aunque pase inadvertida. Los toboganes están camuflados entre las ramas más altas, totalmente integrados en la vida natural. Ecológicamente es la calculadora más perfecta jamás hecha. Los materiales son naturales, su construcción también y además permite que se desarrolle la vida en torno a ella.

Pero cuando se trata de resolver problemas matemáticos es bastante mierda. No solo porque está construida con madera podrida e infestada por la carcoma y los pájaros se empeñan en anidar en los contrapesos. Los resultados tienden más a lo aleatorio que a lo aritmético, pero no es demasiado importante porque al fin y al cabo hay más calculadoras en el mundo. No importa que ésta de mal los resultados, ha sido construida por vicio, por diversión; si lo que quieres son matemáticas tienes otras calculadoras más aburridas.

Si lo que quieres son aventuras ve a ver la calculadora del bosque, visita a los jubilados que la construyen, conócelos, pasa la tarde con ellos, merienda con ellos. Disfruta de la calculadora con ellos, vive el cálculo como nunca antes. Trepa a un árbol para ajustar una suma, lánzate en tirolina para seguir el proceso de una multiplicación complicada. Acércate a la vida natural, vive la aventura joder.

Lucha por lo Zen.

Hay un bloque de pisos ardiendo y una señora, una señora mayor que está bajando ya por las escaleras, que está salvándose ya cuando se cruza con los bomberos que vienen a apagar el fuego. Aunque la anciana esté volando escaleras abajo, saltando escalones impulsada por la adrenalina como no lo ha estado años, los bomberos no pueden dejarla bajar, su deber es asegurar la seguridad de la señora porque son unos profesionales y la señora no sabe lo que está haciendo. La adrenalina es veneno, no te puedes fiar de ella igual que no te puedes fiar de la anfetamina o la heroína. La anciana se está poniendo en peligro engañada por la adrenalina, creyéndose invulnerable porque los nervios y el estrés la han abstraído de su propia seguridad.

No, no, tienen que detenerla por su bien, la arrinconan en el descansillo de la escalera y la sujetan entre varios mientras la gritan en la cara, muy cerca de la cara.

-¡Hostia puta cálmate! ¡Que te calmes joder!

Bofetadas de bombero a una señora mayor, a una señora con rulos, bata y pantuflas. No la sueltan, no la dejan salir del edificio en llamas hasta que no están seguros de que está totalmente calmada.

Pedir calma, sosiego; buscar activamente la tranquilidad. Calmar fuerte, con gritos y bofetadas en la cara. Luchar contra el estrés usando sus mismas armas, pedir sosiego con urgencia. Los profesionales de las emergencias usan esta técnica, bomberos y enfermeros de ambulancia, hombres con nervios de acero adiestrados para combatir el fuego con el fuego, para sacar clavos usando otros clavos.

Amistad.

Son jubilados normales, con boina, bastón, jersey de lana y mucha añoranza del franquismo; jubilados normales que se pasan las tardes de verano en el parque jugando al ajedrez. Son jubilados normales, pero su ajedrez tiene las piezas de chocolate. Su ajedrez se funde por el sol, las piezas quedan pringosas y se pegan a los dedos, ensucian el tablero y quedan irreconocibles al acabar la partida.

Al final de cada tarde recogen cuidadosamente los pegotes de chocolate y los guardan en su estuche; cada pieza va en un hueco, las encajan amasándolas con los dedos y después se despiden y se van cada uno a su casa. Una vez en casa meten el estuche de las piezas en el congelador y así lo tienen listo para el día siguiente.
Y llevan así diez años.

Las piezas cada vez son más pequeñas y retorcidas, pero siguen valiendo como el primer día.

Tunning.

¿Sabéis lo que es un autobús no? Esos vehículos enormes, como pequeños trenes a motor. Pero no me refiero a autobuses de línea ni autobuses del transporte público, solo autobuses privados, de los que se usan en las excursiones del imserso. Los autobuses públicos son muy raros, llenos de barras y botones, zonas para embarazadas, el conductor encerrado en su burbuja de plástico. No no, no hablemos de los autobuses públicos.

Los autobuses privados tiene un dueño, un tío cualquiera que no tiene que rendir cuentas a nadie, tiene una relación con su autobús como la que tendría un pirata con su barco. Lo ponen nombre, lo limpian, pegan fotos familiares en la cabina.
Que tuneen el autobús. Que se generalice el tunning de autobuses, que sea común ver autobuses con alerones y neones bajo el chasis. Y también modificaciones internas, mejores motores, tubos de escape cromados, sistemas de inyección de óxido nitroso.

Manadas de jubilados bajando de un autobús con las lunas tintadas y pegatinas de llamas y calaveras. Chóferes fumando en un rincón del aparcamiento del monasterio del Escorial, hablando sobre las mejores llantas. Discusiones bizantinas sobre acabados para la pintura o qué discos de freno dan mejor rendimiento.
Cuando acaba la visita los grupos de jubilados no tienen problemas para encontrar su autobús, solo tienen que recordar si es el que tiene una bandera pirata en el capó o el que  tiene el alerón lateral.

Colisión al ras.

Una señora mayor, muy mayor, una de esas ancianas con un volumen muy tubular; forrada con lana en forma de abrigos y bufandas, tapada de pies a cabeza. Esta abuela está caminando por la calle, es de día, ha salido a hacer sus cosas normales cuando un enorme camión aparece por la esquina y se precipita contra la acera, directo a la pobre mujer.

Con más agilidad de la que esperamos la vieja se aprieta contra la pared de la calle, se aparta de la trayectoria del camión con un salto felino. Joder, lo consigue; el camión no se la lleva por delante ni la estampa contra la pared, toda la energía del choque sigue su camino, pasa rozando a la pobre señora.
La atropella al ras, impacta contra la vieja con mucha velocidad y un ángulo muy preciso, muy de pulir superficies pero usando un camión fuera de control. La señora está bien eh, que nadie se preocupe; el camión solo le ha arrancado una loncha de abrigo, una fina capa de tela, a la señora no le ha pasado nada, ni siquiera se ha dado cuenta; el abrigo solo tiene una enorme marca como de desgaste, como de uso, como si lo hubieran cepillado muy fuerte para quitar una mancha.

Joder, que sea un choque en cadena; que le pasen rozando a la vieja una fila de vehículos descontrolados, uno tras otro cada vez más rápido y más cerca de la pared; pero sea imperceptible porque cada atropello solo se lleva una peladura hasta que desaparece la señora, hasta que solo queden finas capas de ella volando por la calle.

Ganarse el pan.

Ahora con la TDT es más fácil que nunca ignorar el discurso del rey sin apagar la televisión; para evitarlo (y por que es su trabajo), el servicio de prensa de la casa real española decide innovar en el discurso navideño apostando por las nuevas tecnologías.
Han conseguido la lista maestra con los números de teléfono móvil de todos los españoles, una lista muy ilegal hecha por el gobierno para sacar dinero vendiéndola al mejor postor. Al rey no se la venden, al rey se la dejan gratis por que son los teléfonos de todos los españoles; raro es que no nos tenga a todos en la agenda. Es un plan similar a uno usado por Franco, quien en el 58 hizo una llamada telefónica simultánea a toda España para anunciar la muerte del papa Pio XII.

El plan es retransmitir el discurso navideño directamente a través de whatsapp y sms, un medio mucho más actual para dar imagen de modernidad a la institución. Van a integrar los dos mensajes, el discurso televisivo y el mensaje de texto, se van a emitir a la vez y en tiempo real; de hecho Juan Carlos aparecerá en pantalla jugueteando con un móvil mientras pronuncia el discurso, haciendo la pantomima de estar escribiendo el mensaje en directo.
Todos los teléfonos móviles del país vibrando al unísono. Grandes mesas de banquete familiar agitándose por culpa del mensaje del rey, botellas de champán que ruedan por la mesa y cae sobre la abuela que se había escondido debajo. Joder, un terremoto con epicentro en nuestros teléfonos, el estado español destruido por el mensaje navideño del rey.

Un trozo de tarta (+18)

548965_4740778235531_1513623100_nUn personaje, un loco inofensivo con una obsesión muy fuerte por follar con ancianitas. No es ningún depredador sexual, nunca ha sido violento ni mucho menos, de hecho muchas agradecen sus atenciones y le ofrecen regalos o le buscan después del primer encuentro. Pero nuestro héroe nunca repite, no por creerse un rompecorazones ni por tratar de romper algún tipo de record de cepillarse abuelas; nunca repite por que ese es el morbo máximo.

Lo que le gusta es llevarse el último polvo que echarán nunca esas ancianas, es una especie de anti-desvirgación y eso es lo que le da el morbo. Nunca se equivoca, siempre busca a mujeres que están con un pie en la tumba o con vidas tan solitarias que nadie más vaya a follárselas después suyo. A veces se ve un poco como un servicio social, solo que en lugar de ayudarlas a hacer la cena o llevarlas al parque lo que hace es follárselas muy fuerte. Joder, si las muy putas hasta le piden más a cambio de ponerle en el testamento.

Pero las reglas son muy claras en este asunto. Anti-desvirgar a una anciana es un poco como comer una tarta en una fiesta. Cuando traen la tarta y nadie la ha empezado todos la admiramos hasta que alguno se decide a coger el cuchillo y empezar a servir trozos al que quiera uno, se abre la veda de probar esa tarta. Pero según se va agotando dejamos de servirnos, pero no de mirar la tarta; no nos atrevemos a ser el último en servirnos el último trozo de la deliciosa tarta. Pero eso es justo lo que le gusta de verdad a este hombre, él se sirve la tarta riendo con la boca abierta y rebaña con la cucharilla para llevarse al plato todo lo que hay pegado en la bandeja. La tarta no está mejor que cuando la sirvieron, pero hay un placer innegable en ser el último en llevarse la cuchara a la boca.
Y por supuesto uno no hace una tarta idéntica después para poder atiborrarse ni se embarca en una maratón sexual con una abuela, los grandes placeres son irrepetibles.