Ergomanía.

Algún ingeniero imbécil intenta innovar en el terreno de los carros para la compra, como si hiciese falta pulir algo más ahí, como si en el mercado de los carritos si hubiese una clientela potencial que lo que necesita para caer en la compra de un carrito de la compra fuese  que alguien aplique tecnología del siglo XXI en él.

carro compraEl muy gilipollas ha convertido el carrito de la compra en una maleta de la compra. Le ha puesto un asa lateral y ya está, ni siquiera se ha molestado en quitarle las ruedas; las ha dejado ahí totalmente inútiles. Joder si hasta se sigue cerrando con corchetes con la poca seguridad que dan.

Al final nadie quiere comprar eso, la clientela joven amante de la tecnología no cae en una estupidez como esa, son tontos pero no tanto.
Solo lo compran señoras mayores locas que quieren llamar la atención con sus artilugios modernos.

Cubæ

La semana pasada estrenaron la película Cuba, un thriller de ciencia ficción en el que un grupo de personas se despiertan encerradas en una habitación de forma cúbica. La habitación tiene seis salidas, una por cada cara del cubo; todas las salidas llevan a salas cúbicas, algunas habitaciones tienen trampas mortales, otras solo son parte del laberinto. Pronto la paranoia se desata entre los prisioneros del cubo, ninguno de ellos se conoce entre si; son personas normales, bueno, personas cubanas. Personas muy cubanas protagonizando un thriller futurista.

Según van muriendo uno a uno por las diferentes trampas empiezan a discutir y teorizar sobre el lugar en el que están atrapados. Algunos de ellos creen que se creen que han sido secuestrados por su oposición al gobierno y encerrados en una compleja prisión tecnológica; otros creen todo lo contrario, creen ser víctimas de un complicado complot imperialista destinado a lavarles el cerebro para destruir el estado revolucionario cubano.

La clave para salir de la prisión es descifrar una fórmula matemática que permite avanzar entre los distintos cubos evitando las trampas. Varios de los personajes resultan ser expertos matemáticos, científicos, físicos o autistas con un don para las matemáticas; pero no son capaces de ponerse de acuerdo en su interpretación de la fórmula. Discuten entre ellos sobre ecuaciones y progresiones matemáticas, hacen cuentas muy complicadas de memoria y con acento cubano.

Llegan a pelear entre ellos empujados por el terror, llegan a matarse entre las paredes del cubo. Cube vuelve loca a la gente, los convierte en locos homicidas; incluso a gente cubana, incluso a personas caribeñas que son el arquetipo de la calma.

Evolución.

Circula un rumor en la ciudad sobre las palomas, se comenta que se las ve llevar cosas de un lado al otro como si fueran urracas. Son rumores vagos, nadie los cree, todo empezó por alguien que vio a una paloma llevar algo y ahora lo comentan todos. Pero poco a poco el rumor se extiende, alguien sube una foto al facebook y pronto aparece un vídeo en youtube. En el vídeo vemos una paloma que lleva un teléfono móvil en el pico, es casi tan grande como ella.

Al día siguiente aparece una entrevista en portada de un diario local: “una paloma me robó la cartera”. El entrevistado es Ramón Fargüe, el dueño de un restaurante, cuenta que estaba comiendo en la terraza de su restaurante cuando una paloma llegó planeando a la mesa y se llevó su cartera en el pico. Un ornitólogo explica que ese comportamiento no es propio ni siquiera en las urracas, nunca cogen objetos de piel, solo objetos metálicos o brillantes. Al día siguiente, gracias a la publicidad del periódico un ciudadano anónimo entrega la cartera en una comisaría de las afueras. Faltan el dinero y las tarjetas de crédito, pero Ramón no le da importancia y agradece la recuperación en una nota en el periódico.

En youtube y en televisión aparecen testimonios y grabaciones con más palomas robando, muchos vídeos de palomas robando carteras y teléfonos. Se los quitan a la gente de las manos en la calle, incluso meten la cabeza en los bolsillos y se llevan las carteras y monederos; se meten en bolsos de mano en las terrazas de los bares y salen volando con el dinero.

El tema empieza a discutirse en debates y artículos periodísticos, que señalan a algún tipo de trastorno en las palomas, algún tipo de imitación a la conducta humana las ha llevado a codiciar bienes materiales. Profesionales más serios dicen que esto es imposible, que no pueden llegar a un pensamiento abstracto como ese; pero los vídeos de palomas llevando billetes en el pico no dejan lugar a dudas, las palomas se han convertido en una plaga de carteristas voladores.

Día a día surge más información, las últimas noticias encuentran por fin la solución al misterio principal; ¿para qué quieren las palomas todo ese dinero?

La policía ha detenido a un familia chavolista a la que han visto recibir dinero de las palomas, en un solo día se les vio recoger más de doscientos euros que las aves dejaban en el suelo de la vivienda. Se llevan al cabeza de familia esposado, en comisaría niega haber planeado los robos, dice “no tener ni puta idea de por que las coño palomas le dejan el dinero”. En el mismo poblado hay más detenciones, también entre indigentes que viven en edificios abandonados del centro. Un mendigo llama a la policía para entregar a una paloma que le ha echado un billete de veinte euros en la gorra.

A día de hoy sigue sin haber ningún acusado.

Vecindad Nazi.

Supongamos que Adolf Hitler es una persona real y no un personaje histórico, imaginémoslo por un momento andando por la calle, lejos de la segunda guerra mundial, lejos de Alemania, lejos del partido nazi. Descontextualicemos a Hitler.
Mismo bigote, mismo peinado, mismo Hitler pero convertido en un ciudadano común que está haciendo cola en la panadería por ejemplo,  una panadería que llevan unos pakis.

Pero no es un Hitler inesperado, es un Hitler normal, de barrio, un habitual, casi un conocido; vive en un sitio pequeño de la costa del Sol y todos se conocen, Hitler solo es uno más en el pueblo. Es normal verle por el pueblo haciendo recados cargando bolsas de un lado a otro, comprando en la carnicería frutería, en la droguería, sentado en un parque jugando con su perro; un Hitler campechano, campechano de verdad, no como el rey.

La cosa es que ya estás acostumbrado a verlo, te has habituado tanto que empiezas a saludarlo. Al principio solo saludas con la cabeza cuando te le cruzas a solas, esos típicos momentos en los que saludas porque no esperabas que hubiera nadie ahí; como los saludos que se hacen exploradores rivales en medio de la Antártida.
Hitler siempre responde al saludo muy educadamente pero con un español muy torpe, pero siempre saluda así que vas cogiendo confianza hasta que empiezas a saludarle de viva voz.

Llegas a gritarle «¡Hi Hitler!» de un lado a otro de la calle. Saludas agitando el brazo para que te vea bien y piense que eres un buen vecino. Pero Hitler nunca saluda tan entusiasmado, Hitler te saluda con timidez, sin levantar la mano, diciendo «hola» en voz baja.
Hitler muy abochornado, Hitler poniéndose colorado no sabiendo si le estás saludando como vecino, como fuhrer o si le estás recriminando su papel como líder fascista. Hitler mudándose mucho, cambiando mucho de casa intentando dejar atrás el pasado.

Pelota y barbacoa.

La multitud aplaude enfervorecida cuando los jugadores salen al campo de juego saludando agitando sus raquetas. Ha venido gente de toda la comarca, el partido es el evento cumbre de las fiestas de San Horacio de Luerga; lo juegan en una plaza que hay detrás de la iglesia donde hay unas gradas y unos postes de los tiempos de Carlos II. Les pasan un par de pelotas y por turnos empiezan a lanzar golpes contra la red. Sí, contra la red. Sí, dos pelotas. Aunque en realidad no son pelotas ni es una red; las pelotas son dos cantos de río y la red es una cuerda de la que cuelgan chorizos, morcillas, jamones, es una red pero también es como el mostrador de una charcutería. El juego va de lanzar muy fuerte las piedras para conseguir descolgar algo para comértelo luego.

Tras unos minutos cae el primer chorizo y los jugadores se retiran para dejar entrar a la siguiente pareja entre los aplausos del público. Junto a una parrilla se van reuniendo los jugadores para compartir sus trofeos en una alegre comilona. Entretanto el público sigue muy atento al juego, se pasan el año esperando para ver a dos hombres lanzar piedras contra embutidos, tienen sus favoritos incluso, hay mucho pique entre los diferentes pueblo; no se dejan distraer por la barbacoa, comer chorizo a la brasa es algo que pueden hacer cualquier día del año.

Joder, que lo que cuelgue de la red sea ganado, ganado vivo; que haya un montón de gallinas colgadas del pescuezo y el juego consista en conseguir decapitarla y hacerla caer lanzando piedras con la raqueta. Gallinas, conejos, lechones, corderos lechales pataleando y hasta una puta ternera entera; una ternera recibiendo pedradas por parte de unos paletos mientras un montón de gañanes aplauden y comen pipas sentados en una grada. Por supuesto que los ecologistas están muy en contra de todo esto pero no pasa nada porque nunca consiguen llegar al pueblo, es un pueblo imaginario y solo puedes llegar si yo quiero así que la fiesta puede continuar sin interferencias animalistas.

Si esto fuera un juego de un pueblo de norteamérica la auténtica competición empezaría en torno a la parrilla; no se daría ninguna importancia al evento deportivo sino que habrían creado un espectáculo basado en comer muy rápido la mayor cantidad posible de embutidos caseros.
Así que aunque pueda parecer muy bárbaro lo de matar animales a pedradas entre aplausos creo que es bastante más digno eso que una competición de engullir comida sobre un escenario.

Ensalada con talibán.

Olimpiadas raras. Competiciones muy extremas en las que todo vale; en las que ser el mejor no importa porque siempre puedes ser el más tramposo. Deportes rechazados por la ONU pero jugados en patios de colegio de todo el mundo, atletas marginales con muñones y aliento cazallero.

No hay árbitro, no hay reglamente ni federación; no hay ni siquiera equipos. Solo hay dos subnormales pasándolo bien. No hay ni ganadores ni perdedores, esto no es ajedrez. Esto es Ensalada con Talibán.

Bomba nazi

Han puesto una bomba en el hospital, en la planta de pediatría. La han puesto con muchísima maldad, ni siquiera han avisado por teléfono; la ha encontrado una de las limpiadoras al ir a vaciar un contenedor de basura, muy rápido han avisado a la policía y empezado a evacuar el hospital.

Es una bomba nuclear, una jodida bomba nuclear que si explota destruirá la ciudad; pero por alguna razón la han puesto justo donde están los niños enfermos, solo por aumentar el nivel de mal rollo. Los técnicos de la policía van a comenzar a desactivarla cuando encuentran una sorpresa inesperada.

Los cables de la bomba están dispuestos en forma de esvástica. El cabrón que ha puesto la bomba no se contenta con amenazar a unos niños con un arma capaz de borrar del mapa una ciudad sino que además se ha permitido esa pequeña broma. Los policías se miran entre si muy confundidos sin saber cómo desactivarla, no saben cómo abordarla; los cables siguen siendo rojos y blancos, pero al estar configurados en forma de esvástica (en forma nazi) se hace mucho más difícil trabajar con ellos.

Es una cuestión de pudor, de no querer manipularlos, de no querer involucrarse con lo nazi. Años de entrenamiento policial se van al garete, la profesionalidad se viene abajo al encontrarse con lo nazi. La esvástica como miedo atávico de la humanidad.

Vajilla rumana

 

Los países de Europa oriental son muy suyos. Rezan a otros dioses, conducen coches extraños, sus mujeres están muy potentes y comen cosas que nosotros no querríamos ver ni en un zoo. Pero las diferencias más asombrosas están en las pequeñas cosas. Como en Rumanía, que no utilizan platos.alambre

Utilizan unas cosas raras de alambre. Ponen la comida en unos rollos de alambre, en unas bobinas grandes. En las grandes cenas, como en la cena de Navidad hacen una especie de jaulas conmemorativas, como madejas de cable revuelto. Es una tradición antiquísima, de hace miles de años; de cuando comer sobre un montón de alambre era el  culmen del lujo y el prestigio.