Barreando.

barTu amigo llega tarde y estás empezando a arrepentirte de haber pedido el café antes de encontrarte con él. Te pareció una buena idea, te sentiste aventurero e independiente demostrando al mundo que a tus setenta años aún puedes sentarte en una cafetería y ser el rey del mambo.

Pero el café se está poniendo tibio porque te lo estabas tomando despacio creyendo que tu amigo estaba al caer pero no llega el muy hijo de puta y tú pareces el típico viejo senil que va a los bares a hacer ruido con la cucharilla para que le hagan caso.
Te tiemblan las manos de miedo, sudas de pánico ante la idea de que algún cliente llame a una ambulancia y acabes muriendo en un asilo por culpa de unos trabajadores sociales bienintencionados.

De puro nerviosismo empiezas a hacer tonterías con lo que encuentras en la barra, figuritas retorciendo servilletas, estructuras de palillos, pequeños bodegones con las tapas… Lo que sea con tal de que no parezca que te has perdido y no sabes dónde estás. Arte muy íntimo, piezas muy personales que consiguen la admiración del resto de clientes, toda la fama y el respeto que no habías conseguido hasta ahora llegan de golpe1 gracias al imbécil de tu amigo.

No hacer arte, ser un septuagenario con síndrome de Asperger y construir un reloj plenamente funcional usando solo palillos y restos de comida. Que tu amigo llegue cuando has conseguido que una aceituna suene como un timbre para servir de alarma. Mandar a la mierda a tu amigo y estamparle el relojillo en la cara para que aprenda lo que es la puntualidad.

1Morir de eso

 

Porcelana.

Novedades de Otoño-Invierno para que entre todos pongamos dinero para pagarle un ovni nuevo a Amancio Ortega.

Ropa de porcelana, ropa muy rígida, con colores pastel y en blanco riguroso1; arrugas muy bien diseñadas, arrugas duras en superficies reflectantes que te cegarán los ojos.
Ropa interior muy fría y muy incómoda, muy cara también. Calzoncillos que no puedes doblar porque se te romperían en la mano y podrías hacerte daño.

Mucha fragilidad y mucho lujo con posibilidad de cortes profundos; multitudes en la puerta de Zara peleando por ser los primeros en entrar, dependientes lanzando calcetines cerámicos intentando apaciguar a las masas.

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1 Zara rompiendo las leyes de la moda vendiendo ropa blanca en Noviembre.

Arcoiris

cabez13.jpg_1El futuro nos trae nuevos colores de pelo, colores artificiales conseguidos con tintes imposibles hoy, colores que se transforman, que evolucionan, colores que no son colores, colores que son olores convertidos en colores.

La sinestesia convertida en un producto comercial, tintes de pelo de altísima tecnología, mucha innovación, mucha ciencia; científicos y filósofos unidos para conseguir convertir el olor del mar en un tinte de pelo en una clarísima transgresión de la realidad física.

Es muy bonito pero muy caro, hacen falta máquinas muy potentes, máquinas muy grandes para conseguir doblar el olor en pliegues cada vez más apretados para al final poder exprimirlo para hacer un tinte.

 

Lo ovni.

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Los platillos volantes existen. Los hay. Que tú no hayas visto uno no sigifica que no existan, tampoco has visto nunca un esquimal y no por ello dices que son una fantasía paranoide. De hecho a algunas personas nos parece más plausible la existencia de máquinas voladoras en forma de disco que la presunta presencia de un grupo étnico que vive desde hace siglos en territorios cuya temperatura máxima es de cero grados basando su dieta casi por completo en el consumo de carne de foca.

Ahora bien. Una cosa es que haya máquinas voladoras de origen desconocido y otra que ésta estén tripuladas por alienígenas; parecen cosas que están íntimamente ligadas pero en realidad la única especie que conocemos que ha construido vehículos que se desplazan por el aire es el ser humano. No entiendo en qué puede ser necesaria una biología extraterrestre para diseñar o dirigir una nave voladora. Aquí en la tierra tenemos buenos pilotos ya. Tenemos a Amelia Earhart1, al Barón Rojo2, tenemos a Mohamed Atta3; no necesitamos a ningún sucio inmigrante espacial para tener platillos voladores
Podemos tener a nuestros propios sucios inmigrantes pilotos si queremos.

Los platillos voladores son reales, muy reales y muy caros.
Cuestan muchos (muchos) billones, repito, billones; no son un ferrari al alcance de un CR7 cualquiera que ha ganado un par de cientos de millones con un golpe de suerte. Son máquinas muy sofisticadas y muy caras diseñadas para paliar el tedio de personas que tienen tanto dinero que no tienen en qué gastarlo. El platillo volante representa el culmen de la tecnología aeronáutica con su perfecta redondez; no puede estar al alcance de cualquier mindundi con la tarjeta del Travel Club4.

Vuelan gracias a sistemas de propulsión experimentales que les permiten surcar los cielos del planeta de un lado al otro en cuestión de segundos, son tan espectaculares como inseguras y por ello su existencia es mejor que quede en secreto.
Su popularización indudablemente llevaría a un cielo caótico con cientos de estrellas del pop adolestence competiendo en carreras ilegales para acabar estrellándose en nuestras ciudades, actores de capa caída pilotando borrachos, jugadores de fútbol insultando a controladores aéreos; en resumen, el fin de la civilización tal y como la conocemos.

No querrías ver lo que puede hacerle a tu primogénito un platillo volante fuera de control, debemos mantenerlos en manos responsables.
Solo pueden ser pilotados por superhombres que han demostrado ser capaces de dominarlos, personas muy dotadas; personas que por ejemplo sean dueños de grandes corporaciones internacionales, bancos de prestigio o compañías punteras en tecnología, grandes empresarios que controlan fábricas de ropa en otros continentes; superhombres capitalistas cuya fortuna demuestra una capacidad de adaptación y una responsabilidad que no está al alcance de meros mortales.

Joder, Bill Gates echando carreras con Amancio Ortega y Mark Zuckerberg; Emilio Botín  matándose con su ovni y los medios de desinformación tapándolo con un vulgar infarto.


1Está muerta.
2Éste se murió antes incluso.
3Éste hay quien dice que ni existe.
4Ese club de transformistas.

Ascensión.

Ferran-Adria-portada-The-New-York-TimesPese a haber aparecido en la portada del New York Times desafiando al mundo armado con una gelatina inquietante Ferrán Adriá es un hombre campechano y sencillo en su vida privada.
A Ferrán Adriá no le importa el dinero, las mujeres o los coches. Tiene millones a su nombre pero no es un hombre de negocios, si ha llegado hasta aquí no ha sido por avaricia sino por puro amor a la cocina, un amor sin límites ni tabúes que nos ha traído frutas en forma espumosa y otras maravillas que desafían la cordura humana y la forma en que afrontamos la comida.
Ávido de novedades Ferrán Adriá  y su equipo pasan horas encerrados en El Bulli poniendo su propia vida en riesgo para crear nuevos sabores y texturas; pero no creáis que están locos, también se toman su tiempo libro, su jiji, su jaja y sus días libres para ir a la playa.
El sol, la arena, el oleaje y sobre todo un buen baño es todo lo que necesita Ferrán Adriá para relajarse.

Que se bañe en la playa de Palomeras, escenario del conocido accidente aéreo en el que cayeron cuatro bombas nucleares en el año 66. Que un amigo andaluz le recomiende el sitio y se meta en el agua; que se bañe en Palomares y salga convertido en un superhombre luminiscente de color azul con poderes sobre la materia y el tiempo.

chef-main2Ferrán Adriá dotado de omnisciencia y omnipotencia para afrontar retos culinarios que le eran imposibles como ser humano; Ferrán Adriá liberado de las ataduras de la ley de la oferta y la demanda y el Ministerio de Sanidad.

Con sus nuevos poderes puede por fin alcanzar la comida que siempre quiso, la comida que no es comida; comida que no es parte del universo físico y puede tomar cualquier forma y sabor pero al mismo tiempo son inasibles para los clientes.
Recetas nuevas y vibrantes que ponen en entredicho las teorías de Stephen Hawking, tortilla de patatas reducida a un haz de partículas subatómicas que atraviesan el cuerpo de los clientes de forma inofensiva y además están ricas.

Joder, que los clientes dividan el átomo con cuchillo y tenedor, fisión atómica en el plato.

Almuerzo.

PM80368APreparar un bocadillo para las niñas porque hoy tienen excursión en el colegio y envolverlo con aluminio. Una envoltura perfecta y sólida conseguida con un baño de aluminio fundido; tener en la cocina una piscina de aluminio fundido y unas pinzas de acero para poder sumergir los bocadillos.
Técnicas de la industria del metal usadas en una cocina familiar, minerales en estado puro, combustibles pesados y gases letales usados para preservar una comida destinada a ser consumida dentro de unas pocas horas.

Toda esta dedicación es un claro caso de sobreprotección y no puede traer nada bueno. El bocadillo podría durar mil años dentro de su caparazón metálico pero tus hijas son incapaces de abrirlo y sus compañeras del colegio se burlan de ellas y las llaman «las del bocata de metal», las profesoras ya han cogido la costumbre de llevar un bocadillo de casa para dárselo y que no pasen hambre.
También han denunciado el caso a los servicios sociales pero el caso ha sido desestimado porque envolver la comida con metal sólido no está tipificado como una forma de maltrato infantil.

Joder, envolver un sandwich, lanzar aluminio en estado líquido a una frágil estructura de pan de molde industrial; no sobre un sólido bocadillo con corteza resistente e impermeable.

Locomotal

La invención de la locomotora hacia 1820 fue una aventura que atrajo la atención de todo el mundo civilizado.
Eran otros tiempos y otra humanidad, aún no acostumbrada al confort y al abuso de la tecnología; una época en la que gente no se atrevía a bostezar ante una maravillosa locomotora humeante.
Habían sido mucho milenios de dolor de huevos montando a caballo, muchos días a contraviento del establo del vecino, muchas piernas hundidas en boñigas hasta la rodilla, mucha coz en la cara también.

El pueblo clamaba por el cambio, miles de personas llenaban las calles y las plazas unidas pidiendo nuevos medios de transporte que no involucrasen ni caballos ni bueyes.
Y lo héroes llegaron. Superhombres decimonónicos manchados de grasa y aceite, con las cejas quemadas por acercarse demasiado a los hornos; personas de carne y hueso no muy diferentes de ti salvo por que ellos llevan muertos cien años y aún seguimos hablando de ellos.

Los concursos y exhibiciones de nuevas locomotoras eran un espectáculo habitual al que asistían miles de personas para romperse las manos aplaudiendo. El público del siglo XIX era impresionable y agradecido, las multitudes aclamaban a ingenieros y máquinas por igual, maravilladas ante máquinas capaces de moverse a veinte kilómetros por hora.

Cada nueva estación construida en un pueblo era celebrada como el nacimiento de un nuevo dios, con coros infantiles que loaban la llegada de la máquina maravillosa y vírgenes que lanzaban flores a su paso; la expansión del ferrocarril fue una aventura que trajo las bondades del mundo moderno a lugares tan distantes como Lugo o Bombay.
Por primera vez la humanidad estuvo unida gracias a los sueños de unos pocos hombres y varios millones de toneladas de hierro.

200284960-001Joder, que en un pueblo se volviesen locos y llevasen el tren a la iglesia, que desviasen las vías para hacer pasar el tren por encima del altar. Que ofreciesen en matrimonio a la más guapa del pueblo, que obligasen a una mujer a casarse con un tren.
Joder, que no ofreciesen a una mujer; que de forma totalmente contraria al sentido común pensasen que una locomotora es de género femenino y le ofreciesen un hombre en matrimonio.

Alta cocina.

Un restaurante que le pone música a la comida, que ha instalado en la cocina un sistema de sonido experimental que ha comprado al ejército Bielorruso para que sus platos sepan mejor.
Puro Mozart tronando a 200 decibelios en un bunker excavado bajo el restaurante atravesando diez kilómetros de roca granítica, los cocineros tienen que llevar trajes especiales o sus cuerpos vibrarían hasta descomponerse a nivel subatómico.
Los camareros suben y bajan la comida por una escalera de mano sujetando la bandeja entre los dientes, tardan mucho en traer cada plato.

restoranaLa música es para la comida, creen que los platos sabrán mejor si son cocinados bajo la influencia de la música clásica, esa es la apuesta del restaurante.
Música muy refinada y sofisticada presentada en forma de energía destructura, la comida no tiene buen oído y si pusiesen la música a un volumen más bajo no se enteraría de nada.

Alta cocina bajo tierra, platos sofisticados pero tradicionales, nada de experimentos ratos con espumas de anchoa y deconstrucción de tortillas de patatas. Aquí se sirven platos caros normales que llevan mucho foia1, mucho pato y mucha mostaza de la que tiene grumitos.


1En la Cosa gris estamos en contra del paté y el foia.