Ergonomía.

LightningStrike

Te cae un rayo y viajas al pasado, viajas al medievo. Es una época dura pero es más duro que un rayo te deje muerto en el suelo y a tu viuda y a tus hijos los llamen «los de el del rayo».
Tu mujer va a envejecer y morir sin saber nunca qué ha sido de ti, sin saber si la has abandonado o te sucedió algo. Pasará años visitando morgues para ver cadáveres de desconocidos con la esperanza de verte otra vez aunque sea frío y sobre una camilla.
Pero no, tranquilo; estás bien.

Has aparecido en medio de un descampado medieval y mientras deambulas buscando el portal de tu casa te atracan (un atraco medieval) y te roban hasta los calcetines, te roban sobre todo los calcetines. A duras penas consigues llegar hasta un castillo y ahí es donde por fin comprendes que has viajado al pasado.
Y lo aceptas, lo asumes muy rápido. Afrontas la situación y en pocos días has conseguido convertirte en la mano derecha del reyecillo local gracias a tu inteligencia y al buen estado de tu dentadura.

Intentas no llamar demasiado la atención, parecer un tipo listo pero no aprovecharte de tus conocimientos del futuro, no quieres inventar la máquina de vapor y reescribir la historia de la humanidad.
Es fácil ayudar a estos paletos, se asombran ante simplezas como un felpudo o un pelapatatas (lástima que no hay patatas). Hicieron una fiesta en la iglesia el día que les enseñaste el retrete. No has vuelto a pagar por follar desde entonces.
A veces piensas en tu mujer pero la verdad es que siempre has sido un putero.

Una mañana te despiertas inspirado y decides traer la ergonomía al pasado, has decidido que hacen falta más barandillas, más escaleras, más rampas, más escaloncitos, más reposabrazos, más reposapies, más cojines, más toallas también. No entiendes cómo pueden vivir en estas condiciones así que hablas con un constructor local y os lanzáis a la empresa de hacer la vida un poco más cómoda en este pequeño rincón del medievo castellano.

Joder, cargarte la historia poniendo escaloncitos. Alterar el natural devenir de la sociedad con pequeños empujones de confort. Ser culpable del ascenso de una civilización tiránica a la que has enseñado los secretos del diseño.
Conquistar el mundo con catapultas cómodas, catapultas hechas pensando en el usuario. Siguen sirviendo para lanzar piedras sobre otras personas pero ahora tienen más superficies mullidas. Lo mullido está en la catapulta, la piedra sigue siendo de piedra.

Historia viva.

La perra favorita de Hitler se llamaba Blondi. Tenía otros perros y además estaba muy ocupado tratando de conquistar Europa pero siempre tenía un momento para jugar con ella. Incluso en los peores momentos de la guerra siempre tenía tiempo para sacarla a pasear y que estirase las patas. En los últimos días de Berlín Blondi se mantuvo alegre y fiel a su dueño, cuando todo el Reich se desmoronaba ella nunca dejó de estar a su lado.

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Hoy día todo lo que tenemos para recordar a Blondi es una placa de mármol en un monumento soviético de Treptower Park. Es una magnífica escultura pero en ella Blondi no aportó gran cosa, solo son unos pocos palmos de piedra apenas distinguibles del resto salvo por la erosión propia del persistente desgaste de la orina.
Durante años Hitler paseó a Blondi por los jardines de la Cancilleria y ella por algún capricho de su mente animal tenía el hábito de mear siempre en la misma esquina, no importaba que ya hubiese meado antes siempre reservaba unas pocas gotas para ese preciso lugar.
Cuando la Rusia soviética conquistó Berlín demolieron el edificio y construyeron un monumento con sus restos.

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Diariamente llegan a Berlín cientos de personas atraídas por el turismo nazi y Treptower Park es por supuesto una para obligatoria en su visita. No todos llegan enterados de la pequeña curiosidad que representa la marca de meada de Blondi, algunos ni siquiera saben nada sobre la perra. Pero cuando el guía la señala todos se levantan la cámara para poder tener una imagen de ese pequeño trozo de historia.

El asunto es que aparte de turistas normales también acuden neonazis que quieren sentirse cerca de sus héroes y ven en esa vieja meada de perro un vínculo directo con su querido Fuhrer. Traen regalos para Blondi: huesos, collares de perro, flores, salchichas frescas que dejan junto al monumento en recuerdo a la más fiel seguidora de Hitler.
Traen a sus perros y les hablan sobre el sueño de Hitler y cómo trató de hacer el mundo un lugar mejor, les explican que en ocasiones tienes que luchar por lo que crees que es justo. 

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Los más devotos se unen para aupar a sus perros al monumento para que olfateen la mancha y meen en ella. Creen que así sus perros quedarán imbuidos de la esencia de Blondi y eso les acerca a ellos a Hitler. No hablan de ello pero algunos en sus mentes visualizan una especie de circuito en el que la energía nazi pasa de Hitler a Blondi a través del cariño, de Blondi a la piedra en forma de orín para volver a hacer el camino inverso entrando en el perro a través del orín y en ti a través del cariño del perro.
Lo cual no tiene ningún sentido porque no entra orín en el perro, el perro no coge nada de la mancha, solo pone un poco más de meada en ella. De hecho el perro no entiende nada de lo que está pasando.

Felpudos de acero.

Felpudos de acero formados por afilados cables de puto acero. Duran para siempre pero te destrozan los zapatos. En realidad no duran para siempre, se oxidan muy rápido. Y pesan muchísimo, en la tienda los tienen que poner en una estantería especial.
Vaya mierda lo de los felpudos de acero entendidos como objeto real.

No joder, Felpudos de Acero es una película sobre una rubia flacucha que se hace pasar por caballero para defender a su familia durante la guerra de los cien años.

felpudos trueEs un poco como Mulan pero con un conejo parlanchín ejerciendo de guía espiritual de la protagonista. Además no son chinos, son gente normal del medievo (gente normal en el medievo).