Miradas

Retratos de animales, retratos íntimos, realistas. Primeros planos de perros, fotografía de estudio que busca explotar al máximo la cara del animal. Animales modelo, animales que saben exhibir su cuerpo a los ojos de un fotógrafo (de un fotógrafo humano).2014-02-15 18.36.35

Anunciar así piensos para mascotas, tener como imagen de marca un primer plano de la cara de un perro. Creer que un amante de los perros va a comprar tu producto seducido por la mirada de un perro; como si la cara de un perro desconocido tuviese algún valor. Intentar aplicar las leyes del marketing en mercados tan periféricos como el de la comida para animales domésticos.
Usar trucos de Steve Jobs para vender un producto con textura de vómito.

2014-02-15 18.39.17Hacerlo mal además, utilizar retratos en los que se ve claramente que el animal es bizco y rezar para que el comprador no lo relacione con tu producto.

Ultraviolencia.

-Le dejaron la cara como un mapa.
-¿Pero como un mapa de carreteras, uno físico o qué?
-Quiero decir que le dieron una paliza.
-Ya ya, pero que cómo le dejaron la cara. ¿Era un mapa de españa al menos?

Pedir resultados concretos y bien definidos en la expresión «tener la cara como un mapa», precisar qué tipo de mapa porque hay muchos mapas diferentes y quieres que saber cómo le han dejado la cara a tu amigo. No estoy pidiendo un imposible, hay muchos tipos de mapas pero es un conjunto cerrado; no hay posibilidades infinitas en el «dejar la cara a alguien como un mapa».

Un nazi que se dedica a eso, a trazar mapas de españa en la cara de inmigrantes a base de hostias buscando resultados muy específicos; pegando con técnicas extrañas que ha desarrollado él mismo. Golpes muy raros, golpes con baterías de coche por ejemplo, con mangueras de agua a presión, con cucharas de madera calientes por haber estado en un guiso, palizas usando peces vivos (muy importante que estén vivos) para conseguir que la cara de un pobre negro chino parezca un mapa demográfico de españa.
Mapas en pelo, de alguna forma consigue decolorar el cabello usando violencia física y logra formar imágenes nítidas en el pelo un moro chino

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Mapa hidrográfico español en la cara de una persona china muy maltratada.

Mapas muy precisos, este nazi es muy estudioso de la geografía española y utiliza datos muy precisos, datos científicos, información actualizada del Instituto Nacional de Estadística.

Que los utilicen para ilustrar un libro de texto para niños de primaria; que toda esta historia sea parte de un proyecto educativo del partido fascistoide Alianza Nacional. Que hayan secuestrado a un montón de sudacas chinos y les hayan estado dando palizas y sacando fotos para maquetar después un libro escolar.

Vuelta al cole.

Material escolar de acero inoxidable, material escolar a prueba de niños, hecho con metales pesados y sin pulir. Lapices y bolígrafos hechos para durar para siempre, para aguantar varios kilos de presión sin romperse ni deformarse. Cuadernos hechos integramente de metal, muy pesados, muy sólidos; con superficies brillantes cromadas que deslumbran a los niños y les quema los ojos.

Dedos cercenados de raíz que caen al suelo cuando los niños intentan pasar página, muchos dedos eh; no les pasa a todos los niños pero como mínimo caen un par de dedos por semana.

Slender.

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Encuentras en tu casa unos símbolos raros, como siniestros. Son sencillos, nada que ver con virguerías cabalísticas, no hay alardes de dibujo geométrico ni alfabetos antediluvianos. Es una figura humana, un hombre alto, delgado, de rasgos indefinidos; su imagen desprende maldad, aun mal trazada evoca un horror que te sobrepasa. En el vacío de su cara adivinas perversiones anteriores a la humanidad, un terror que caminaba en un planeta desierto, la oscuridad convertida en una fuerza viva.

En realidad lo has trazado anoche muy aburrido mientras esperabas que cargara un vídeo en youtube. Un vídeo de humor cutre, unos rusos que se pegan con unos quesos grandes, quesos de esos redondos pero muy grandes, como de un puto metro de diámetro. Se pegan con esos quesos enormes, pero no puedes verlo porque el vídeo no carga, y muy aburrido, te pones a hacer el dibujito del slenderman en una mancha de café que hay en la mesa. Rascas con la tapa de un boli bic un rato hasta que el vídeo empieza y después te olvidas del asunto.

En realidad ni siquiera existe la dignidad de que la mancha sea de café, es una mancha de colacao. De colacao de marca blanca, colacao del día. Has intentado imbuir la esencia del mito de Slenderman en una mancha de un producto de desayuno orientado a niños, has pretendido exponer toda la grandeza de esa figura de ficción durante un momento de aburrimiento mientras navegabas por internet. Vaya insulto, vaya falta de respeto, vaya blasfemia.

Es tan ofensivo para el personaje de Slenderman que de hecho se ha manifestado de verdad. De alguna forma has invocado la voluntad de existencia de Slenderman con tu ridículo garabato. Kilómetros de metraje y literatura le dieron peso, lo convirtieron en una entidad potencial, en un arquetipo practicamente tangible. Pero ha sido tu irreverente acto el que lo ha convertido en algo real.
Como en las películas de terror, ha sido la estupidez de un joven inconsciente lo que hace venir al monstruo. A partir de aquí te apañas tú solito.

Comida con y sin papeles.

Los números de serie ocupan un lugar muy importante en nuestro universo, un lugar sorprendentemente importante para los pequeños que son. Hay números de serie en muchas cosas sin que lo sepamos nunca, números de serie ocultos dentro de nuestros aparatos; en nuestras televisiones, en nuestras cámaras, en nuestros empastes.

Pero necesitamos más, deberían estar presentes en ámbitos nuevos, no solo en lo tecnológico. Me gustaría verlos en la comida, me gustaría tener garantizada la calidad de lo que como, poder saber de dónde viene, quién lo ha hecho y cuando. Creo que es necesario que tengamos ya números de serie en nuestra comida, en nuestros filetes, nuestros plátanos y nuestros quesos.

-¿Has dicho números de serie en los plátanos? ¿Números de serie en la fruta? ¿Cómo vas a poner un número de serie a la fruta? No estamos hablando de hamburguesas del Burguer King ¿sabes?. Quiero decir que un plátano es un plátano siempre. Nadie se ha comido nunca un plátano y luego ha resultado que se ha comido una manzana. No hace falta hacer un seguimiento exahustivo de la fruta, nadie te va a dar gato por liebre en lo vegetal. Además no puedes meterle un número de serie al plátano, no puedes grabarle un número bajo la cáscara; nadie tiene las manos tan pequeñas como para trabajar en un plátano aún no cosechado. Y no vas a enseñar al árbol a poner números, no puedes enseñar a un árbol a contar; aún peor, no puedes enseñar a todos los árboles plataneros (los plátanos no salen de los árboles, salen de un arbusto raro) del mundo a seguir un estricto sistema de numeración y aplicarlo a sus frutos. No puedes joder, olvida eso de regularizar los plátanos.
El Burguer King sí que necesita eso, ahí sí que hace falta alguien que ponga orden en tanta locura. Números de serie en las hamburguesas, grabados a nivel atómico en la carne picada gracias a una picadora de carne que graba números de serie al mismo tiempo que tritura. Números de serie en cada átomo para asegurarte de que estás comiendo rica carne de cerdo auténtico.

Bomba nazi

Han puesto una bomba en el hospital, en la planta de pediatría. La han puesto con muchísima maldad, ni siquiera han avisado por teléfono; la ha encontrado una de las limpiadoras al ir a vaciar un contenedor de basura, muy rápido han avisado a la policía y empezado a evacuar el hospital.

Es una bomba nuclear, una jodida bomba nuclear que si explota destruirá la ciudad; pero por alguna razón la han puesto justo donde están los niños enfermos, solo por aumentar el nivel de mal rollo. Los técnicos de la policía van a comenzar a desactivarla cuando encuentran una sorpresa inesperada.

Los cables de la bomba están dispuestos en forma de esvástica. El cabrón que ha puesto la bomba no se contenta con amenazar a unos niños con un arma capaz de borrar del mapa una ciudad sino que además se ha permitido esa pequeña broma. Los policías se miran entre si muy confundidos sin saber cómo desactivarla, no saben cómo abordarla; los cables siguen siendo rojos y blancos, pero al estar configurados en forma de esvástica (en forma nazi) se hace mucho más difícil trabajar con ellos.

Es una cuestión de pudor, de no querer manipularlos, de no querer involucrarse con lo nazi. Años de entrenamiento policial se van al garete, la profesionalidad se viene abajo al encontrarse con lo nazi. La esvástica como miedo atávico de la humanidad.

Arte en vida.

El artista recorre el parque cargando cubos de hormigón fresco usando su mirada de artista para elegir su próxima obra, un pino centenario con el tronco torcido. Con gran esfuerzo va tirando hormigón sobre el árbol tratando de cubrir todo el ramaje; el hormigón fresco pesa mucho y no llega muy alto, pero es un artista apasionado y consigue hacer llegar el material a la copa del pino. Se forman pequeñas estalactitas y otras formas caprichosas como burbujas e hilos. Se aleja unos pasos para admirar los efectos del contraste entre las agujas de color oscuro y la superficie brillante del cemento.

En el exterior del parque unos ecologistas gritan y agitan pancartas contra su arte, creen que el hormigón está matando a los árboles y los animales que viven en el parque; pero no podían estar más equivocados. Al cubrirlos de hormigón está afianzándolos para el futuro, los está convirtiendo en Arte, dándoles vida, convirtiéndolos en algo inmortal.

Fosa común.

Una profesora, muy malvada, una auténtica bruja; una profesora de primaria, de niños descontrolados. Cuando ve a un alumno usando el móvil en clase se lo quita y se lo devuelve al final de la clase. El alumno siempre se enfada un montón, después de clase todos hablan sobre lo puta que es la profesora. Que sea un profesor, que le llamen puto. Joder, que el profesor esté más más enfadado que el alumno.

El profesor está enfadado porque ya no le dejan requisar los móviles hasta el viernes, añora los tiempos en que podía ser realmente malvado. Los tiempos en que incautaba los tamagochis de sus alumnos. Los tamagochis no eran móviles, los padres no los reclamaban, eran un juguete.
El profesor disfrutaba acumulando tamagochis en el cajón de su mesa, tamagochis vivos, tamagochis que pedían comida encerrados en la oscuridad. El profesor lo sabía eh, era muy consciente de las necesidades de los tamagochis; creía en ellas. Un puto psicópata es lo que era.

Abuso animal.

07032013150Lo que tiene al final de las patas no son unos bastoncitos para pegarse al suelo. Lo que tiene la mosca tiene son rueditas en lugar de pies. Unas ruedas muy pequeñas, finas como un pelo, que giran libremente en unos palos de pata de mosca que crecen torcidos.

No son naturales eh, estas ruedas no son producto de la evolución; son unas ruedas que algún hijo de puta le ha implantado a la pobre mosca. Algún genio del bisturí y la miniatura,  un veterinario loco haciendo experimentos.

Pero no eran tan genio en realidad; lo único que ha hecho ha sido ponerle las ruedas, no las ha puesto frenos ni mucho menos; la mosca ni siquiera puede sentir su movimiento así que ahora es muy torpe con estas rueditas, no puede utilizarlas para nada; no las necesitaba para volar. De hecho ahora está muy jodida, ya no puede pegarse a las paredes, no tiene esos píes pegajosos que usaba; bueno, los tiene, pero se los rompieron y torcieron para usarlos como eje en las rueditas.07032013151

No puede pegarse a las paredes, ahora cae rodando hasta el suelo. Joder, ni siquiera puede aterrizar bien. Ya no toca el suelo y se queda fijada, ahora rueda sin control hasta chocar contra algo. Tampoco puede ponerse recta sobre sus seis patas, se mueven demasiado y siempre acaba caída panza arriba agitando las patas como si estuviera bailando break dance.
Joder, la idea de una mosca despegando cogiendo velocidad, moviendo rítmicamente sus patas como un patinador para acelerar hasta conseguir ir lo bastante rápido para iniciar el vuelo.

Arquitectura oscura.

Un edificio abominable, no feo; una madriguera de maldad, un punto negro en la geografía del planeta, epicentro de la oscuridad de la historia reciente, más allá del bunker de Hitler o el hotel del resplandor. Un símbolo claro de la presencia de El Mal en la Tierra. No lo visita Iker Jimenez, no es una casa encantada famosa en la que los niños se cuelan las noches de verano; a este sitio lo señalan desde lejos llorando aterrorizados.

El sitio es tan jodido que la UNESCO lo tiene bajo amenaza, sí, la UNESCO lo tiene en el punto de mira; incluso hay un proyecto para plantear las posibilidades de destrucción del puto sitio para que no pueda volver a hacer daño. Ingenieros, científicos, artistas y militares se reunen en un congreso internacional en el que se discute la intervención. ¿Cómo te deshaces de un cáncer de ese tamaño? Estamos hablando de maldad encarnada, no de un monumento polémico; sus muros están hechos con pesadillas y no puedes matar a una pesadilla con una bola de demolición. Se plantean forrarlo con plomo, volarlo con armas nucleares o hundirlo en un foso de ácido, pero todo eso no serían más que parches o peor; esparcir El Mal por los alrededores y crear una zona tan despojada de vida humana con Chernobil.
Finalmente el proyecto de la danesa Anna Iversen es el que se llevará a cabo. Iversen forma parte de la Agencia Espacial Europea; es ingeniero de cohetes y ha puesto en órbita una docena de satélites en los últimos cinco años. Su plan es mandar el edificio al espacio. No van a desmontarlo y montarlo en cohetes; nadie va a tocar nunca más el sitio. Va a hacer una explosión de autor, muy calculada, con explosivos diseñados para la ocasión; unas bombas térmicas raras que crean una corriente de aire que manda a la atmósfera cualquier cosa en un radio de varios kilómetros. Las han probado reventando pequeñas islas del Pacífico y trozos del desierto del Sahara, en un sistema totalmente confiable, todo el edificio será volatilizado y sus restos saldrán disparados lejos del planeta.

O quizá no sea un buen plan. Quizá lo que estamos enviando al espacio no es más que un símbolo de la maldad intrínseca al ser humano. Quizá estamos proyectando al espacio el cáncer esperando que se diluya en el vacío. Quizá vuelva, quizá nos lluevan meteoritos, o peor aún: quizá esa oscuridad en polvo quede flotando, forme un velo negro sobre el planeta.