Wifi sobre ruedas.

Los autobuses de ALSA ofrecen conexión wifi a los pasajeros pero solo es conexión wifi dentro del autobús; fuera del autobús lo que hay es conexión por cable. Sí, la conexión al autobús va por un cable desde la estación de partida hasta el autobús; las ondas wifi no son lo bastante rápidas para alcanzar un autobús, no alcanzan velocidades de autovía. Si no usaran el cable internet no llegaría nunca al autobús, estaría persiguiéndolo todo el viaje como el coyote al correcaminos.

El cable lo despliegan desde la sala de las bobinas en la estación; una habitación llena de rollos de cable altos como un jugador de baloncesto (un pivot por ejemplo) y ventanucos a través de los que se despliega el cable. Cuando ALSA empezó a ofrecer el servicio de internet en el autobús las bobinas se desenrollaban a mano, dos tipos con boina y tirantes las hacían girar con una manivela pero hoy día el sistema está automatizado, usan motores eléctricos y seguimiento informático por satélite para saber dónde está el autobús.

Es muy importante saber dónde está el autobús, el cable tiene que ir muy tenso; si el cable fuera suelto podría enredarse con algo y provocar un accidente.

Tunning.

¿Sabéis lo que es un autobús no? Esos vehículos enormes, como pequeños trenes a motor. Pero no me refiero a autobuses de línea ni autobuses del transporte público, solo autobuses privados, de los que se usan en las excursiones del imserso. Los autobuses públicos son muy raros, llenos de barras y botones, zonas para embarazadas, el conductor encerrado en su burbuja de plástico. No no, no hablemos de los autobuses públicos.

Los autobuses privados tiene un dueño, un tío cualquiera que no tiene que rendir cuentas a nadie, tiene una relación con su autobús como la que tendría un pirata con su barco. Lo ponen nombre, lo limpian, pegan fotos familiares en la cabina.
Que tuneen el autobús. Que se generalice el tunning de autobuses, que sea común ver autobuses con alerones y neones bajo el chasis. Y también modificaciones internas, mejores motores, tubos de escape cromados, sistemas de inyección de óxido nitroso.

Manadas de jubilados bajando de un autobús con las lunas tintadas y pegatinas de llamas y calaveras. Chóferes fumando en un rincón del aparcamiento del monasterio del Escorial, hablando sobre las mejores llantas. Discusiones bizantinas sobre acabados para la pintura o qué discos de freno dan mejor rendimiento.
Cuando acaba la visita los grupos de jubilados no tienen problemas para encontrar su autobús, solo tienen que recordar si es el que tiene una bandera pirata en el capó o el que  tiene el alerón lateral.